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2012/12/17

Última carta

Llevaba años cogiendo aquel tren. Se había convertido en costumbre de los domingos. Así acababan sus semanas. A las 5, y con cierto amargor, se montaba en el vagón 7, lado izquierdo, junto a la ventana. Siempre con el mismo sentimiento. Una sonrisa agridulce invadía su cara.

Pero aquella fría tarde era diferente. Sabía que aquello llegaba a su fin. Con las pocas fuerzas que le quedaban, sacó su libreta roída del bolso, apoyó los pies en el asiento y comenzó a escribir lo que serían sus últimas palabras.

"Querido A:

Desde aquel día en el que nuestras miradas se unieron desde diferentes lados de la pista de aquel bar, supe que lo nuestro sería una historia sin complicaciones.

Ninguno de los dos estábamos en nuestro mejor momento y, sin embargo, ambos decidimos apostar por eso que en aquel momento nos llenaba. Disfrutar era nuestro objetivo y así lo hemos cumplido durante meses.

Sin embargo, todo ha cambiado. Lo que era fácil, divertido y emocionante, lo has convertido en complicado. Y, mal que me pese, no quiero complicaciones.

Por eso, y sin que tú lo sepas, este ha sido el último fin de semana juntos. Ha sido la última vez que tus labios han recorrido mi cuerpo.

Pero ten por seguro que, hasta el último de mis días, recordaré tus besos y tus caricias.

Siempre tuya,

Z"

2012/12/13

Cada año

No puedo creer que hayamos llegado a esto. No puedo creer que tal día como hoy, no estemos el uno junto al otro.

No sé ni siquiera si recuerdas que día es hoy. Siempre hacíamos lo mismo en días como el de hoy: jurábamos que no haríamos lo mismo, que esta vez sí llegaríamos al restaurante. Nos encantaba engañarnos. Nunca llegamos a cenar en aquella mesa que cada año reservábamos junto a la ventana, para poder observar el mar. Siempre nos surgía un plan mejor: transcurrir las horas entre aquellas cuatro paredes.

Siempre eran las mismas cuatro paredes. Cuatro paredes que vieron amarnos como si no hubiera un segundo de vida que perder. Cuatro paredes que nos vieron ser felices. Cuatro paredes que escucharon nuestras risas cómplices. Cuatro paredes que hoy escuchan tus risas con ella.

Reencuentro

Hacía meses que no nos encontrábamos. Las cosas habían cambiado en los últimos años: tú seguías haciendo tu vida de siempre mientras yo tenía que aceptar las nuevas condiciones que se imponían en la mía. Pasamos un tiempo sin saber el uno del otro, pero no sé si por casualidad o porque uno de los dos buscó ese encuentro fortuito, nuestras vidas volvieron a cruzarse.
Volvimos a lo de siempre.
Todo empezó con leves caricias. Caricias que me hicieron recordar cómo echaba de menos tu peso sobre mí. Tu olor impregnando  en el aire que nos abrazaba. El  tacto de tu piel. Y como siempre, fue perfecto. Al menos fue perfecto durante las  horas que quisimos que lo fuera. Ambos sabemos que no damos más de sí, que no podemos pedirle más a lo nuestro. Pero mientras ambos lo tengamos claro, siempre tendrás un hueco en mi corazón, y, sobre todo, en mi cama.